De qué va esto (presentación)

Sirva esta primera entrada en el blog, y en esta sección, de presentación y de declaración de intenciones. Mi propósito es escribir tres tipos de textos; uno con las novedades ficales descritas del modo más claro posible sacrificando, incluso, el rigor de referencia legislativo para permitir una lectura más rápida y una mejor comprensión. No se trata por tanto, ni nadie lo puede entender así, de un desarrollo completo de todas las novedades que se produzcan. Hay muchas páginas dedicadas a esto. La mejor, la más completa, la que no falla, es la del Boletín Oficial del Estado.

Estos escritos son los que hasta ahora he enviado por correo electrónico a mis clientes y conocidos: siempre me ha interesado más dejar claro un cambio en los tipos de retención de I.R.P.F. (por ejemplo) que explicar las sutilezas de la nueva tributación de las empresas navieras según el tonelaje, cuestión que le interesa a los eruditos y a las empresas navieras.

Nadie puede entender que tengo un compromiso para mantener informado al lector de todas las novedades fiscales que se produzcan.

El segundo tipo serán notas de tipo práctico sobre cuestiones relacionadas con la gestión administrativa de la empresa, aquellas que he visto por experiencia pueden ser más interesantes para las personas que trabajan en el departamento de administración. No pretendo, es más evitaré a toda costa, escribir algo que pueda parecer un párrafo de un manual. La intención es dar ideas tan pedestres, tan pegadas al terreno que no sean dignas de aparecer en un artículo doctrinal o en un tratado sobre la materia, pero que alguna vez a alguien le puedan parecer una buena idea que no llevaba a la práctica.

El tercer tipo es propiamente el que da título a la sección. Escribiré lo que piense, lo que reflexione sobre el sistema tributario, sobre la práctica de los tributos, sobre las relaciones con la A.E.A.T. Motivos de conversación que surjan con motivo de mi vida profesional. Reflejar lo que hasta ahora quedaba en conversaciones con clientes o colegas para, ojalá, dar al lector otra opinión con la que estar de acuerdo o con la que discrepar y conseguir con ello que de la crítica común surjan ideas que nos enriquezcan, seguro que a mí y espero que a los lectores.

Pensando en este texto he buscado citas sobre los impuestos y casi todas las que he encontrado son, más o menos ingeniosas, críticas a su propia existencia.

No estoy de acuerdo. Puestos a reproducir citas, me quedo con una que ya conocía, “los impuestos son el precio que pagamos por nuestra libertad”, que en otra versión es “los impuestos son el precio que pagamos por vivir en una sociedad civilizada”.

Los impuestos son necesarios, a nadie le gusta rascarse el bolsillo, pero es justo que las necesidades comunes se satisfagan por todos, de acuerdo con la capacidad de cada uno. Y al mismo tiempo, el sistema tributario es un sistema violento, coercitivo. Todo el poder del Estado, toda su violencia es en última instancia la que obliga al pago y, por tanto, esa violencia es consustancial al propio sistema desde el primer momento.

El sistema tributario, además, inevitablemente altera la vida económica, deforma las relaciones entre empresarios y con los consumidores.

Y el corolario de todo esto es que no todos somos iguales ante la Ley: la Administración es un sujeto de derecho privilegiado, que juega en campo inclinado a su favor con una amplia lista de ventajas que se justifican porque es (o debería ser) la garante, la defensora del bien común.

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, cada vez que la Administración abusa de su posición, cada vez que no sigue escrupulosamente el procedimiento, cada vez que actúa como un sujeto con interés de parte, cada vez que exige del administrado más y más trabajo, más y más esfuerzo, cada vez que el afán recaudatorio prima sobre la legalidad el sistema se pervierte, cada vez un poco más.

Ya nos parece normal que los funcionarios de los cuerpos de Gestión y de Inspección de la A.E.A.T. digan en público y en privado que su misión es recaudar, que actúan en defensa del interés de la A.E.A.T. que es conseguir dinero, que los errores del contribuyente que suponen una mayor recaudación indebida son problema del contribuyente; que los errores que suponen una menor recaudación son motivo-de-sanción-por-supuesto. Esto es, en mi opinión, una perversión del sistema.

Lo cual, no deja de ser una reflexión de un modesto asesor de pueblo.

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